Javier Fumero

Dónde está Soraya

Es impresionante el alcance que tiene el ‘efecto portavoz’. Ser la cara del Gobierno es una misión arriesgada, con muchas aristas, un desafío político del que muy pocos pueden gloriarse de haber salido indemnes. Tiene un impacto inmediato. Para bien o para mal, te pone en el mapa.

Salir todos los viernes del año a radiar las principales medidas del Gobierno es como una gota malaya. Constante, implacable, tenaz. Actúa sobre el inconsciente ciudadano sin prisa pero sin pausa hasta alojar la imagen de ese político en lo más profundo de tu imaginario.

Insisto: esto tiene un efecto perverso. Si tus patinazos son frecuentes, si tu actuación es deficiente, no hay forma de evitar el chaparrón. Cala que da gusto y es un ácido abrasivo que destruye.

Los obstáculos para realizar desde esa atalaya un papel digno son enormes. Porque Rajoy puede escurrir el bulto, elegir los temas sobre los que habla y los que no, hacer mutis por el foro y salir de foco en un plis plas.

Sin embargo, el portavoz del Gobierno no tiene escapatoria. Ahí está y se le espera, al final de la semana, teniendo que responder a todo lo que se tercie, a todo sin excepción: violencia de género, pensiones, IPC, prima de riesgo, pitos al Rey, Urdangarín, las black, corrupción en tu partido: Bárcenas, Gürtel…, cláusulas suelo, la visita de Macri y hasta del tocado de la Reina. A todo. No hay dolor.

En este contexto –ya lo he dicho en otras ocasiones- Soraya Sáenz de Santamaría pasará a la historia como la mejor portavoz que ha tenido un gobierno español en democracia. No quito ni una coma. Ni una herida, ni un rasguño. Cuatro años más uno a la intemperie y apenas hay herrumbre en la chapa. Nada.

Sin embargo, atención a lo que ha sucedido nada más decidir Rajoy que ya estaba bien, tras decidir que la necesitaba centrada exclusivamente en Cataluña: Soraya ha desaparecido. Está ‘out’, fuera del mapa, se ha evaporado.

Más en twitter: @javierfumero

 
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