José Apezarena

El traje del rey

Pedro Sánchez, en un mitin de la campaña del PSG

Muy conocida resulta la fábula del danés Hans Christian Andersen sobre el supuesto nuevo traje del emperador que en realidad no existe, pero que nadie se atreve a manifestarlo hasta que un niño grita la verdad: “El rey está desnudo”.

¿Alguien se atreverá en el PSOE a decir a Pedro Sánchez la verdad? Por dura o amarga que puede resultar. Que lo es.

Decirle la verdad de que, además de España, está destruyendo el partido. Convertido en una formación que se arrastra electoralmente hasta contabilizar los peores resultados de su historia, como acaba de suceder en las elecciones gallegas.

Porque lo ocurrido el domingo no se resume en una derrota coyuntural. El trasfondo es que la marca PSOE se está viendo demolida, con consecuencias totalmente imprevisibles que podrían llegar hasta el riesgo de desaparición. A la tesitura de tener que proceder a una refundación.

Y aquel viejo proyecto que se ha manejado tantas veces en el PSOE, estudiado en la intimidad de los gabinetes y de los despachos pero nunca reconocido públicamente, de cambiar las siglas y aun el nombre, tendría que resucitar.

La primera tentación fue suprimir la O de obrero, porque tal definición apenas se cumple en estos tiempos tecnológicos e informatizados, con el fin de que quedara PSE.

La segunda hipótesis consistió en eliminar la E, atendiendo a una coyuntura en la que la marca “Español” no ofrece demasiado brillo. Pero más aún porque en realidad Pedro Sánchez, y con él su partido, se está comportando como enemigo principal de España.

Enemigo de la España única y unida, dada la pertinacia en alentar a los nacionalismos más disolventes, en Cataluña, en el País Vasco... y ahora hasta en Galicia, donde algunos dirigentes han tenido el cuajo de pedir el voto para el Bloque Nacionalista Galego con tal de desalojar de la Xunta a los populares. Que tiene bemoles.

Y no ha faltado quien, yendo un poco más lejos, sugiriera descartar la S de “Socialista”, por estimar que la actual formación nada tiene que ver con ese pasado histórico ni con esa ideología.

 

Así que, por patriotismo en primer lugar, por amor al partido en segundo, y hasta por simple sentido común, los capitostes socialistas tendrían obligación de restregar al secretario general, Pedro Sánchez, que su liderazgo los está conduciendo a la destrucción.

Sin embargo, visto todo lo que han tragado hasta aquí, algo así lo consideraría casi un imposible.

Han tragado tener como socios principales a los ultraizquierda de Podemos; a los radicales vascos y herederos de ETA como es EH Bildu; a los independentistas irredentos de ERC; a los seguidores de un líder que escapó de España en el portamaletas del coche y que es prófugo de la Justicia...

Han consentido en desmontar el Tribunal Constitucional y convertirlo en dócil servidor de cualquier ocurrencia, por imposible que pueda parecer. Han asumido retorcer las leyes del país para hacer posibles todos los atropellos; enviar los presos de ETA al País Vasco sabiendo que su destino se resumiría en que les dejarían salir a la calle; indultar a golpistas confesos, que proclaman que volverán a intentarlo.

Se han mantenido impasibles ante el espectáculo de que se nombre a militantes sin cualificación para copar altos organismos (Consejo de Estado, Fiscalía del Estado...) y de que los nombramientos sean cuestionados legalmente e incluso anulados. Y ante la ocupación de las empresas estatales colocando a amigos y amiguetes.

Si no por patriotismo con España, que por lo visto escasea, si no por honradez, al menos tendrían que decirle la verdad por egoísmo, por interés propio, ante la expectativa de que, al dinamitar el partido, está destrozando el futuro de todos ellos.

Aunque solo fuera por egoísmo, deberían atreverse a hablar claro al líder. Decirle que está desnudo. De que lo están desnudando los españoles.

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